Una de las paradojas de la inteligencia artificial

Aquí estoy, mirando la pantalla en blanco como si fuera una puerta cerrada que ya hasta olvidé cómo abrir. Ya sabemos lo que viene después, ¿verdad? Esa vocecita en la mente que susurra: “¿Por qué no le preguntas a ChatGPT?” Como cuando tienes hambre y sabes que deberías cocinar algo nutritivo, pero la app  de deliveries está a un clic de distancia.

Es fascinante cómo hemos normalizado esto tan rápido. La IA se ha vuelto nuestro salvavidas universal, un ‘amigo’ que siempre tiene una respuesta cuando te quedas sin palabras. Pero un estudio del 2024 de la Universidad de Toronto me hizo detenerme a pensar: ¿y si ese salvavidas nos está enseñando a olvidar a nadar?

Los investigadores hicieron algo que me parece elegante en su simplicidad. Tomaron a un grupo de personas y les pidieron que pensaran en usos creativos para distintos objetos cotidianos, como ejercicio mental tipo “menciona veinte usos para un clip”, pero con un giro. Algunos recibieron ayuda de la IA, otros no. Al final, quienes inicialmente pudieron hacer uso de la IA, tuvieron que repetir el ejercicio, pero en esta ocasión, sin ningúna ayuda adicional.

Como resultado, los que habían trabajado con IA no solo no mejoraron, es más,  algunos produjeron ideas menos originales cuando estaban solos. Es como si el cerebro, después de recibir sugerencias externas, hubiera perdido la confianza en su propia capacidad de exploración.

Justo me recuerda cómo los algoritmos de recomendación musical me fueron haciendo cada vez más perezoso para descubrir música nueva. Era tan fácil dejar que Spotify, o más recientemente, Tidal, eligiera que un día me di cuenta de que había perdido esa curiosidad activa de explorar, de buscar, de tropezarme con cosas inesperadas.

El teatro de la creatividad asistida

Lo más inquietante de ese estudio es cómo funciona la trampa. Cuando usas IA, te sientes más creativo. Es como estar en una conversación súper interesante donde las ideas fluyen, excepto que la mitad de las ideas (o más) no son tuyas. El problema es que nuestro cerebro no distingue bien entre “generar” y “reconocer” y se adjudica el mérito de las ideas que no produjo. Me siento identificado.

Es un teatro muy convincente. Es como pretender dirigir una orquesta tocando una sinfonía, pero en realidad estás agitando las manos mientras el celular reproduce la música.

Los investigadores probaron esto con algo llamado test de asociaciones remotas, que son acertijos donde tienes que encontrar la palabra que conecta tres aparentemente inconexas. Algunos participantes recibieron pistas directas de la IA, otros recibieron “orientación” como un entrenador mental, y otros trabajaron solos.

Al final,  quienes recibieron orientación de la IA fueron los que peor se desempeñaron después cuando estaban solos. Es como si la IA hubiera interrumpido su proceso natural de pensamiento.

Cómo todos empezamos a sonar igual

Aquí viene la parte que más escalofríos da. No nada más nos volvamos menos creativos individualmente. El mismo estudio encontró que cuando todos usamos las mismas herramientas de IA, nuestras ideas empiezan a parecerse. Y este es un efecto persiste incluso después de que la IA se va.

¿Estamos creando una ‘monocultura’ del pensamiento? ¿Un mundo donde guionistas, mercadólogos, científicos y escritores, es decir, todos nosotros, comenzamos a beber del mismo pozo de probabilidades algorítmicas hasta que nuestras ideas se vuelven eco, unas de otras?

No lo sé. Honestamente, no tengo la respuesta. Pero la pregunta me mantiene despierto.

Esteroides, tenis o entrenador personal

Los investigadores usan una metáfora que me parece perfecta para entender dónde estamos parados. La IA puede ser tres cosas:

  • Los esteroides: Te dan un subidón inmediato, pero a largo plazo debilitan tu músculo natural. Es tentador, funciona rápido, pero el es seguro que el precio se paga después.
  • Los tenis: Amplifican lo que ya puedes hacer sin efectos secundarios. 
  • El entrenador: Te empuja a ser mejor, te reta, te enseña. Como el profesor que nunca te daba las respuestas directas pero hacía las preguntas correctas para que llegaras a la conclusión por ti mismo.

El estudio sugiere que estamos usando la IA principalmente como esteroides. Y no porque seamos perezosos, aunque entiendo la tentación, es más, me declaro culpable del mismo pecado. Estamos todos improvisando en un mundo que cambia más rápido de lo que podemos procesar. Cuando tienes fechas de entrega apretadas o imposibles y la IA puede dar una propuesta más o menos decente en segundos, ¿quién tiene tiempo para el largo proceso de incertidumbre que es la creatividad real? Esa es quizás la verdadera trampa.

La muy necesaria incomodidad

Ayer intenté un experimento personal. Me senté con un problema (autoimpuesto, cabe señalar) de escritura y resistí la tentación de abrir la pestaña de ChatGPT. Los primeros veinte o treinta minutos fueron tortuosos. Mi cerebro protestaba como un niño malcriado. “¿Por qué hacer esto difícil cuando puede ser fácil?”

Pero después de un rato, algo interesante sucedió. Empecé a hacer conexiones que no habría hecho con ayuda. Ideas raras, algunas malas, pero genuinamente mías. Era como redescubrir el sabor del agua después de semanas de bebidas azucaradas.

No digo que tengamos que abandonar la IA. Eso sería tan ingenuo como pretender que podemos volver al mundo antes de Internet. Pero quizás necesitamos ser más intencionales sobre cuándo y cómo la usamos.

¿Qué pasaría si tratáramos la creatividad asistida por IA como tratamos el ejercicio? Sabemos que tomar el ascensor es más fácil que las escaleras, pero también sabemos que necesitamos caminar para mantener nuestra salud física. ¿Podríamos aplicar la misma disciplina a nuestra salud creativa?

El futuro que elegimos

Tal vez la respuesta no está en la tecnología, sino en nosotros. En cómo elegimos relacionarnos con estas herramientas, en recordar que la creatividad requiere participación activa. No es algo que podemos tercerizar completamente sin perder algo de nosotros en el proceso.

Durante nuestro próximo bloqueo creativo, quizás valga la pena sentarnos con la incomodidad un momento más. Dejar que el cerebro comience a mover los engranes de las ideas., sólo espero no olvidarlo para entonces.

Me gustaría saber si soy el único que se queda despierto pensando en estas cosas, o si tú también has sentido esa extraña sensación de que algo importante se está perdiendo en la traducción.

Scroll al inicio